El Santa Claus que conocemos hoy es un personaje que viene desde el polo norte, regordete de barba blanca, de traje rojo y guantes blancos, de grueso cinturón y botas de color negro y que camina con un saco lleno de juguetes que repartirá a todos los niños buenos del mundo viajando por los aires en la noche de navidad sobre un trineo tirado por renos llamados: Cometa, Trueno, Relámpago, Bromista, Cupido, Alegre, Bailarín, Acróbata y Rudolph.
Hay algunos que piensan que este personaje pertenece a la gran imaginación de alguien, y en parte si, sin embargo, Santa Claus o Papa Noel como es conocido también, realmente si existió y aunque su verdadera historia dista de la imagen que hoy tenemos de él, en esencia es el mismo ser que en algún lugar de la historia de mundo quiso entregar amor y alegría al prójimo en los días de navidad.
Su verdadero nombre fue Nicolás de Bari y nació en el siglo IV en Pátara, distrito de la ciudad de Lycia en ese momento colonia de los griegos y luego del imperio Romano de Oriente, hoy en día Turquía. Sus padres fueron ricos comerciantes, hay relatos que cuentan que Nicolás no lactaba los miércoles ni los viernes pues que significaban días de ayuno para la iglesia cristiana oriental.
Cuando niño sorprendió a sus padres al decirles “sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos ha dado tanto”. Una peste en la ciudad desalojó a los habitantes donde vivía Nicolás, que siendo joven perdió a sus padres quienes se contagiaron por ayudar a los enfermos, lo que lo encaminó su caridad y devoción por los demás.
Otra acción de Nicolás que demostró el espíritu generoso de su ser es el siguiente relato. Un hombre que tenía tres hijas no las pudo casar por falta de dote y decidió entonces entregarlas a la prostitución pues ya no tenía como alimentarlas, Nicolás tomo conocimiento del hecho. Una noche dejó una bolsa con monedas de oro en la chimenea de la casa del hombre para poder casar a una hija, en los siguiente días dejó otra bolsa similar para poder casar a la otra hija, cuando depositaba la tercera bolsa para que se case la tercera hija el padre de estas sorprendió a Nicolás y le agradeció con lagrimas aquella acción generosa.
Luego de esto Nicolás repartió su riqueza entre los pobres y se fue hacia Myra para ser sacerdote. Tiempo después tras la muerte de su tío también llamado Nicolás obispo de Myra, el cabildo no lograba ponerse de acuerdo sobre el sucesor, y deciden que sea la providencia la que elija, el primer sacerdote que entre en el templo será el próximo obispo. La sorpresa de Nicolás fue verse nombrado obispo nada más entrar por la puerta del templo.
Participó en el Concilio de Nicea, condenando las doctrinas de Arrio, quien se negaba a admitir el dogma de la divinidad de Cristo. Para combatir los errores, utilizaba una dulzura exquisita, logrando grandes y sinceras conversiones, a pesar de su discreto talento especulativo y orador que tanto gusta a los orientales. Sin embargo, cuando se trataba de proteger a los más débiles de los poderosos, San Nicolás, a pesar de su avanzada edad, actuaba con gran arrojo y vigor.
Su relación con los niños nace de una historia que indica que un criminal acuchilló a varios niños, entonces el santo rezó por ellos y obtuvo su curación casi inmediata. Pero además, Nicolás tenía especial inclinación por ayudar a los niños.
Uno de los milagros más sorprendente es el de haber resucitado por su intercesión a tres niños que habían caído de un árbol y muerto al instante. También se le atribuye el milagro de los tres niños sacrificados para dar de comer a los clientes de un hostelero, siendo devueltos a la vida por intercesión del santo. Motivo por el cual se le representa con tres niños a su lado, en una cubeta.
A pesar de ser anciano, seguía viajando, evangelizando y entregando juguetes a los niños para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos a través de Cristo, la esperanza de la Salvación Eterna.